ESPAÑOLES A LA ROTEÑA (LA VOZ DE CÁDIZ 17-07-13)


Hoy no me voy a andar por las ramas, iré a la conclusión desde el principio: Admiro el patriotismo de que hacen gala los estadounidenses. No hablo de Obama - «Yes, we scan»- ni de Guantánamo, sino de su falta de complejos al amar su patria y hacerlo público, por encima de modelos federales, autonómicos o de cualquier tipo. Recuerdo el Nueva York del año pasado (banderas tricolores por doquier, controles de seguridad en la zona de las Twin Towers y el himno americano cantado al comienzo de un partido de la NCAA) y mis tres viajes a la Base Naval de Rota, curiosamente relacionados con el baloncesto. Mi primer visita fue por un partido amistoso que disputó el C.B. San Fernando de Alfonso Quirós contra la selección de militares de la Base. Jugaban amigos como Jorge Luna, Fofi Quirós, Pepe Fernando, Julio Torres o Luis Betanzos. El pabellón era impresionante, igual que los que habíamos visto en películas como «He got game», de Spike Lee: un parqué impecable, tableros traslúcidos y un gran marcador vintage. El partido se disputó bajo las reglas americanas, con lo que el arbitraje permitía el «body check», es decir, el juego con el cuerpo. Un gustazo. Ese día había una exhibición de Harriers a la que no fuimos. Perdimos, los españoles, por cierto. Luismi Martín no jugaba con nosotros.
El día que Jareño y Rodríguez-Piñero me autoricen a montar un equipo de baloncesto del Colegio de Abogados de Cádiz mi pívot titular será el portuense Luis Miguel Martín Mesa (pívot, 2’08 metros, casi cincuenta años de edad, por lo menos), una inmensa buena persona que trabaja como letrado en la zona americana de la base militar. El deporte creó nuestra amistad. En octubre nos unimos a su familia –la siempre elegante Sara y Eduardo, el niño que un día será gigante- y, acompañados del profesor Miguel Checa, disfrutamos del día de Halloween yanqui, paseando por entre los setos de las casas de campo de los integrantes de la base, idílicas y prototípicas, con sus jardines perfectamente verdes y los esqueletos, duendes y calaveras colgados en sus porches, mientras nuestros niños gritaban como posesos «trick or treat» para obtener de este modo sus chucherías (americanas también). Luego, cenamos la deliciosa pizza de la Base, acompañada de soda.
Hace unas semanas, volvimos a ir con Luismi y su familia al «Independence Fest», la celebración del 4 de julio que, como saben, se celebra por ser el aniversario de la independencia nacional. Había montada una grandiosa fiesta dentro del campo de béisbol de la Base, con multitud de atracciones infantiles controladas por marines de camiseta ajustada y pantalón corto: eran todo disciplina y amabilidad. Algunos hacían pequeños tatuajes de la «star spangled banner» a los niños, otros vendían hamburguesas de ternera, hot dogs, tacos, granizadas y helados. Al fondo, un cuarteto musical de soldados de la base llamado «Dead Wait» tocaban grandes éxitos del rock de los 90 y, posteriormente, un maravilloso grupo de country-rock llamado «Scarletta» nos hizo alucinar. Nuestros hijos estaban agotados y no pudimos quedarnos a los «Fireworks» o fuegos artificiales. Caminando hacia la salida junto a uno de los pocos abogados que pueden mirarme desde arriba, sentí un poco de envidia. En vez de tanta guerra intestina, ojalá todos los españoles lo fuéramos a la roteña. Y sin necesidad de un enemigo común.

http://www.lavozdigital.es/cadiz/20130717/local/espanoles-rotena-201307170752.html

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