Serlo y parecerlo - La Voz (31-12-2011)

SERLO Y PARECERLO

​Ayer saltaron de alegría miles de republicanos. Bofetada sin mano a la Corona: Iñaki Urdangarín, yerno del Rey Don Juan Carlos, ha sido IM-PU-TA-DO en una crónica amarilla de una muerte anunciada por los medios de comunicación, hace casi un mes. Adelanto todo mi respeto a la presunción de inocencia de una persona que no ha podido o querido decir nada aún. Ahora que se ha levantado el secreto de sumario que pesaba sobre las actuaciones quizá se filtren nuevos documentos y hechos que nos permitan saber qué ocurrió realmente.
​Sin embargo, aparte del “in dubio pro reo” al que tanto daño hizo Rafael Sporttorno con lo de la conducta “poco ejemplar”, hay una serie de preguntas que hemos de hacernos: ¿Sabía la Casa Real toda esta historia desde 2007? ¿Es cierto que contrató a un despacho de abogados para poner en orden el grupo de empresas de Urdangarín? ¿Fue ése el motivo de que el yerno del Rey acabara en Washington (EEUU) con toda su familia? ¿Compraron la Infanta Cristina y su marido un palacete?
​Todo esto no es baladí y tiene su repercusión jurídica porque podría implicar que algún integrante de la Casa Real haya podido encubrir hechos delictivos y obstaculizar la acción de la justicia. Es más, cuando en febrero declare Urdangarín, lo normal –es decir, si el imputado somos Vd o o yo- debería ser que fuese detenido y sometido a comparecencia que determine su ingreso o no en prisión provisional, bajo fianza o sin ella. Y siguiendo esa tan desagradable línea de actuación judicial, ¿nadie se ha dado cuenta que la Infanta Cristina habrá de ir inexcusablemente a declarar? ¿E irá como testigo o como imputada? Porque una premisa debe quedar clara: el matrimonio sigue unido a día de hoy y si soy un mangante y mi cuenta corriente aumenta y mi coche mejora exponencialmente, mi esposa se va a dar cuenta y preguntará por qué.
​La verdad es que soy poco optimista con Iñaki Urdangarín, porque si se hubiera dado cuenta que Diego Torres y su familia política se la habían jugado, si viera que habían usado su figura institucional como reclamo para conseguir indebidamente fondos de la Administración, el hoy imputado tendría que haberla liado gorda, y por gorda quiero decir “querella criminal”. Porque si uno descubre que su socio se ha lucrado ilegalmente y sospecha mínimamente que aquello puede salpicarle, desde luego no parte en dirección a Washington (EEUU) sino que se planta en el despacho del fiscal anticorrupción.
​Claro que la gente desconoce los detalles. A saber qué ha pasado realmente. Pero lo cierto es que el Duque de Palma –que como la mujer del César debía serlo y parecerlo- ha sido ya juzgado y condenado por la opinión pública. Por su desidia es sólo un muñecote objeto de burla, a todas horas y en todos los medios. Y eso que aún no han llegado el Carnaval y sus coplas.

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