Real Madrid - Barça

REAL MADRID – BARÇA

​He tenido un sueño last night. Desperté enfangado en sudor. Debe ser la cena de ayer, Chantarela con venado de Casa Cuenca, que me quedé con ganas de más. Hoy es sábado, once y veintidós de la mañana. Sé qué va a pasar esta noche y reviento el final: gana el Madrid. Por mucho. Hasta en el calentamiento. Mourinho dejó finiquitada la liga.
​Pero regresemos al principio. Viernes, once y veintidós de la mañana. Coloco el navegador en el soporte pegado al cristal del coche y escribo como destino el mesón Los Alcornocales, junto a Ubrique. Naturalmente, tomé la carretera de Arcos y luego entré en la que lleva a Ronda. Aún recordaba la última vez que fui a la bella Grazalema, el verde, la nieve, la lluvia, el verde. He repetido el verde, pero es su color. Y llegamos a Ubrique y el cacharro me dice que lo atraviese por la mitad. El día de la Inmaculada los comercios estaban abiertos y muchos turistas recorrían las calles en busca de una cartera de piel. El navegador me llevó fuera del pueblo, a la carretera de Cortes. No recordaba que estuviera tan lejos. Una sucesión interminable de curvas cerradas por un sendero peligroso de tierra y piedras que subía hasta el cielo, sin dejar aliento para mirar a los lados a ver la maravilla de la naturaleza del Guadiaro. Serranía de Ronda. Provincia de Málaga. Atención: Peligros diversos.
​El Barça empezó duro, golpeando piernas, rodillas y tobillos. Pep se desgañitaba cual el perfeccionista que es, arriba y abajo la banda. Cristiano Ronaldo recibe alguna, Messi escapa de Pepe. Di María ha adelgazado 100 gramos y se le nota. Entonces una idea vino a mi mente, ¿y si no era Los Alcornocales sino Los Nogales? Y llegamos al pueblo: Cortes de la Frontera. 3.700 habitantes. Primer pueblo de Málaga empezando a contar por la izquierda. Del mosqueo por la confusión ni fuimos al destino, entramos en Los Monteros, donde pedí solomillo con salsa de setas, y natillas. Nos montamos en el coche y partimos a Jimena, dirección Gaucín, y el espléndido mirador de la guerra de la Independencia.
​El primer gol –Ramos- fue definitivo. El Barça se desplomó, perdió el control del balón y los delanteros del Madrid, con Özil y Benzemá incisivos como nunca, provocaron la expulsión de Valdés. Penalti, polémica, gol de Ronaldo. Los culés, con diez jugadores, se encomendaron al espíritu de Helenio Herrera pero los goles siguieron cayendo uno tras de otro, cual bocados de la chantarela con venado que compré y me envasaron en Jimena, después de pasar a saludar a Juana la del agua. Me quedé con ganas de más, de setas y goles. Y me costó dormir. Y soñé el partido. Y que Pau Gasol (featuring Pitbull) jugaba de lateral zocato y remataba los córners y Casillas lo paraba todo. Y desperté. Y el árbitro pitó el final del partido soñado. Eran las once cuarenta y cinco.

​Enrique Montiel de Arnáiz

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