FRAGMENTO DE "AUNQUE SEAMOS MALDITAS", DE EUGENIA RICO

"Aparecían en primavera con el deshielo, el deshielo del año siguiente o el de treinta años después. Iguales a sí mismo, a salvo del tiempo para siempre, congelados en la eternidad en la que al final se transformó la niebla.

En 1967 se perdió un hombre del pueblo, el padre de mi mejor amigo, que entonces tenía un año. Apareció cuarenta años más tarde. Lo reconocieron al minuto porque creyeron que era a mi amigo al que habían hallado. Y mi amigo no pudo soportarlo. Fueron a buscarlo y le enseñaron en el fondo de un ventisquero su propio cuerpo congelado con el mismo gesto que él tenía mientras lo miraba. El cuerpo de su padre muerto con la edad que él tenía ahora: su espejo en el hielo, con sus mismos gestos, inmóvil para siempre su media sonrisa. Nunca sabemos cuánto nos parecemos a nuestros padres porque contamos con la benevolencia de los años que nos separan. Mi amigo se vio a sí mismo, vio a su padre tal y como era, como él había llegado a ser. Su doble, en el hielo esperándolo. La impresión fue demasiado fuerte, cayó fulminado por un infarto. Y su madre no quiso que los enterraran en el camposanto, sino que yacieran juntos en la nieve casi eterna, congelados en lo profundo del glaciar, esperando que alguien, un tercero, ¿quién? , fuera a rescatarlos."

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