VALDEVAQUEROS

Medio a regañadientes pero vine a la playa de Camposoto, que algún inteligente renombró como del Castillo, refiriéndose al de Sancti Petri. Las gaviotas planean un metro sobre la arenosa superficie calcárea. Imagino que buscan un lugar de paz, un sitio donde los peces duren más. A la derecha, la familia Rubio Cia martillea tablas del chiringuito intentando dejar su finalización lo mas avanzada posible en tanto les dan de alta el suministro de la luz. No hay luz, por tanto, en la playa del Castillo. Ni de día. Yo escucho a Lana del Rey y ella lee un libro que van a hacer película en China. A nuestro alrededor la gente, ajena a Valdevaqueros, persiste en su rutina dominical: bocata de salchichón, cervecita y yogur de pero. Y están ajenos porque esto no es Tarifa y la cosa pinta peor porque aquí no hay hoteles, los hippies no tienen chill-outs y a nadie le importa lo que pase en esta playa donde un día amanece una ballena varada y otra anochece un misil durmiente en la arena, entre niños que juegan a matar gaviotas, de esas que vuelan bajo, un metro sobre.

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