EXÁMENES

Hace calor, pegajoso, rojo, asfixiante. Pero más calor aún hace para los pobres diablos que, hundidos en un banco del patio, esperan su suerte, la pregunta que ha de hacerles el profesor, que además soy yo. Uno descubre haber olvidado algo en la biblioteca y huye despavorido, temiendo que llegue la hora, cierre la puerta y no esté dentro del aula. yo no soy así. O quizás sí. No hay un reloj que marque -tic, tac- los segundos hasta el comienzo pero la tensión de los dos alumnos es creciente, progresiva, elevada al cubo. "¿Es escrito u oral?", pregunta. "Aún no lo tengo decidido, respondo". "¿Te lo sabes?" , se dicen entre ellos. Pobres ilusos, no saben demasiado nada. No lo sé ni yo. Quedan dos minutos, el sudor perla su rostro, la piedra del mechero se ha gastado y no saben qué hacer. Fuman sin fuego, sin humo, sin cigarrillos (los cigarrillos tienen filtro, por lo menos). Suena el gong de la campana de la Iglesia cercana. Es la hora. Al toro. Y por toro, me refiero a mí.

Comentarios

Ehse ha dicho que…
Esa tensión característica antes de un examen puede palparse. Mola verlo desde el otro lado.

Un abrazo
Ehse
Vania ha dicho que…
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