LA FERIA DE LOS NIÑOS (Suplemento de Feria del Carmen y de la Sal de San Fernando de La Voz de Cádiz)
LA FERIA DE LOS NIÑOS
Cuando era niño -me refiero a cuando
era un niño pequeño, no el niño grande en el que me han convertido mis propios
niños pequeños- el 15 de julio se celebraba el día de San Enrique y, como
tantos otros jóvenes, atravesaba, asido de la mano de mi padre, los callejones
de albero circundados de atracciones escandalosas, monstruos espeluznantes y el
tren de la escoba, con dirección a las casetas. Era nuestro santo, de los dos
Enriques, y por eso, alguna vez, nos montamos en la noria para ver cortarse el
levante cálido que provenía de Chiclana. Desde tan cerca de la mar estelada que
es el techo oscuro que cubría la ciudad, podía ya divisar mi propio futuro.
Veía, aún antes de haberme operado la vista -es decir, cuando aún era un niño
cuatro ojos asido de la mano de su padre- a mi propia hija, remedo de mí mismo
con mi misma edad, vestida con su traje de gitana -salmón y lunares blancos-,
con el rubio moño coronado en flor asalmonada, tacones y lunar. Bajábamos la
Venta de Vargas y nos dirigíamos, asidos de la mano, al frontispicio que da
paso franco al recinto ferial.
Miles de padres e hijos pasarán en
fila este 15 de julio, el Día del Niño, por la portada donde mi pequeña hija
abre sus grandes ojos al brillo de las luminarias, los fuegos artificiales, la
música estridente, los cacharros con descuento y una alta noria que, quizá,
este año no se erija por culpa del viento. La Feria del Carmen y de la Sal
deberá llamarse ahora, también, de los niños, siguiendo la buena iniciativa de
la concejal Cristina Arjona y el alcalde de la bicentenaria ciudad, José
Loaiza. Ha de buscarse la propia idiosincrasia de la feria isleña, alejarla de
modas extrañas y concretarla en lo que ha sido y debe ser, una feria de padres
e hijos, un recinto de luz, atracciones y vacaciones. Ha de convertirse, la de
la Isla de León, en la feria de sus niños.
Enrique Montiel de Arnáiz
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