MARTA Y DANIEL (La Voz de Cádiz 11-07-12)
MARTA Y DANIEL
Prácticamente no tienen nada que ver una y otro salvo sus
 estudios y la forma que han tenido de enfrentarse a la vida y sus 
cuitas. Marta es una joven -alta morena y salá, de sonrisa triangular y 
un precioso cabello negro- que, pese a que aún tiene pendientes cinco o 
seis asignaturas, está convencida de que las aprobará el año que viene. 
Tiene capacidad analítica y prudencia de serie. Y llantas de aluminio. 
Por el contrario Daniel, que también es joven -tiene el cabello de un 
rubio oscurecido, manos afiladas y mirada inteligente- ha terminado 
recientemente su último examen y ha finalizado una de las últimas 
licenciaturas en Derecho. Estudia irse fuera a hacer la pasantía, lejos 
de sus padres y su novia. Marta ha cursado la misma carrera en la 
Facultad de Jerez de la Frontera (ésa que se robó el hoy denostado 
Pacheco para sí y su pueblo) mientras que Daniel la ha terminado en la 
Facultad de Algeciras, sita en el antiguo hospital militar, poblado de 
despachos como el del área de Derecho Civil, antaño cámara mortuoria, 
donde las limpiadoras -eficientes y serviciales- juran haber visto 
espectros recitando en latín aquello del usufructus est, ius alienis 
rebus, utendi, fruendi, salva rerum substantia. 
Ambos debieron hacer la selectividad en su día, imagino. 
Como la hice yo: El viejo Jetta conducido por mi no tan anciano padre 
nos transportó, cual carro del triunfo que era, a mi viejo amigo Jaime 
Lanceta y a mí. La tensión máxima, la materia ingente. Nunca se nos 
ocurrió que la selectividad fuera una criba real, sino más bien, un 
último esfuerzo. El ministro Wert, con quien he colindado columnas 
muchas veces hasta que fue llamado por Rajoy a mejor vida, parece haber 
tomado el rol de Bibiana Aido en la primera legislatura de Rodríguez 
Zapatero. Es la nota disonante, la cuerda que chirría. Le tengo por una 
persona culta y preparada, un técnico intelectual, así que supongo que 
cada vez que aparece en Fa Sostenido, lo hace porque quiere. Que Wert 
diga que la Selectividad no funciona porque la pasa todo el mundo tiene 
muchas lecturas e interpretaciones. Por ejemplo, cuál es su auténtico 
origen. ¿La criba o la excelencia? 
Marta y Daniel han tenido sus graduaciones -Gaudeamus 
igitur y todo eso, ya saben- con  menos de un mes de diferencia. 
Mientras que el rubio fue co-portavoz de sus compañeros e hizo un 
discurso agudo y emotivo, la morena optó por la discreción, la elegancia
 y el dominio del taconazo. Predigo que ambos triunfarán. Y lo predigo 
no porque hayan pasado ambos la criba sino porque la vida les ha puesto 
obstáculos, impedimentos, selectividades de todo tipo en su vida; sino 
porque han tenido el suficiente valor, perseverancia y madurez para 
mirarla a la cara y sonreir antes de escupirle. Esa es la auténtica 
selectividad, ministro: la vida. Esa vida que Daniel y Marta comenzarán a
 vivir en muy breve plazo: la que te da y quita todo en un hálito, la 
que hay que vencer una y otra vez hasta la derrota final.
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