DE BANDERAS Y ORDALÍAS (La Voz 13-06-12)
El domingo mantuve una extraña discusión. Es lo que son
las redes sociales, que no tienen alma. Uno piensa que el lector
interpreta el mensaje enviado con la entonación adecuada, la que se ha
pensado al teclear, y el receptor, que no está en tus intenciones, se
rebota. Fue por Twitter. Sospecho sinceramente que lo de nombrar a la
selección española de fútbol como 'la Roja' lo han difundido los que no
consienten en hablar de España. Ni del Reino de España. Un seguidor de
Pablo Iglesias -y de Manu Sánchez- me respondió que no. Que lo mismo
pasaba con los 'bleus' franceses y la 'azzurra' italiana. Se identifica
al equipo con el color de su elástica, y en verdad ocurre así en todos
los deportes, aunque en el fútbol siempre se habló, más bien, de la
Furia Española. Quizá tenga Jaime razón. Quizá no.
Las banderas que colorean los alféizares y balconadas de
nuestra provincia son las enseñas rojigualdas de España, no las de un
grupo de veintitantos jugadores que cobran un potosí por representar a
su país en una competición en la que, si tienen éxito, los revaloriza en
el mercado. Se critica con toda razón a los consejeros de entidades
financieras que se hacen de un tesoro cuando cesan en sus cargos y no se
arquea ni una ceja con las primas prometidas a los seleccionados,
ajenos a eso de lo que hablan que es la crisis. Mientras Mariano Rajoy
acudía con Don Felipe a Polonia al estreno del combinado nacional,
conmemorando el jubileo de la Reina de Inglaterra ha bajado al Peñón el
oportunísimo Príncipe Eduardo (Landaluce dixit), justo hoy que los del
Támesis empataban con sus enemigos naturales del Sena.
Habré ido seis veces a Gibraltar, no más de siete. La
mayoría, de excursión. Recuerdo que aluciné con la venta de dvd's que
aún no se habían estrenado en nuestros cines. No sabía lo de las
Regiones, así que compré una película -Hellboy- que solo pude ver en un
portátil plagado de códecs. La última vez que huí de allí, retornando
por la aduana, prometí que tardaría mucho en volver. Ni a degustar su
pésima (iba a poner vomitiva, pero lo he borrado) comida, ni a comprar a
Joffrey Pérez Lagóstena su chocolate de contrabando.
Al parecer, una legión de llanitos ha aclamado en su
visita al Conde de Wessex por las streets del paraíso fiscal, full of
banderolas de la Union Jack, sin importarles que nuestra flota pesquera
venga siendo maltratada por la policía del Peñón (menos mal que está ahí
nuestra Guardia Civil; ellos sí que merecen primas por defender a
nuestra nación). Y yo, que había planeado esculpirme subiendo escalones
cual Rocky Balboa y jugarme la españolidad de la Montaña de Tariq en un
combate divino a muerte contra David Beckham, viendo tantas banderas
tricolores en Gibraltar y mosqueado por la discusión de la Roja perdí
todo interés en la ordalía y me fui con mi bañador abanderado a la playa
Victoria a oler la mar. La mar española, que no roja.
Enrique Montiel de Arnáiz
http://www.lavozdigital.es/cadiz/v/20120613/opinion/banderas-ordalias-20120613.html
Comentarios