ÉRASE UNA VEZ PILAR SÁNCHEZ (La Voz 18-09-11)
ÉRASE UNA VEZ PILAR SÁNCHEZ
Pilar Sánchez es una mujer de ojos legañosos por la mañana, azules por la tarde y cerrados por la noche. Nació donde quiso y no donde sus padres la iban a llevar a nacer. Desde ese día primero de su vida tuvo claro que nadie le diría qué tenía que hacer. A su madre le quedaban tres semanas para darla a luz y siempre decía a sus amigas que Pilar se movía, demasiado inquieta, en su interior. Era su hora. La niña creció y guardería, colegio e instituto se sucedieron con la terrible rapidez que todos sabemos.
Un día, su padre, investigador privado, profesor de la UCA, futbolista y albañil, recibió una importante oferta de trabajo. La que no podía rechazar. Cogió el maletín, la pistola, el petate y los aperos y se dirigió al aeropuerto de Jerez, que aún no tenía enlace de Cercanías. Su familia (Ubi tu Gaius, ibi ego Gaia) lo siguió a un lugar lejano de clima parecido, como los patitos que desfilan tras de mamá pata. Pilar Sánchez descubrió que la belleza no tenía fronteras y que perfectamente podía haber decidido nacer allí, en Barcelona. Era un sitio mágico y enigmático, antiguo y moderno. Las maravillas arquitectónicas la dejaban boquiabierta y disfrutaba del mejor chocolate junto a la casa Batlló. Sus paseos por el puerto o las ramblas le abrieron los ojos a un mundo nuevo. Tenía acento andaluz y no se sentía diferente a nadie.
Un día, Pilar Sánchez la inquebrantable, la niña que decidió dónde nacer, se sintió ciudadana de segunda. Fue en la facultad, el primer día de clase. No había oído jamás hablar de la lengua vehicular. Resumiendo, no entendió ni papa. Fue llorando a casa a buscar a su padre, que ya había regresado de construir ex novo la Sagrada Familia, y le dijo que todas las clases se impartían en un dialecto ignoto, una especie de variante romance del latín, que llamaban catalán, y que ella no comprendía ni hablaba. Su padre, que también era abogado, concluyó que imponer una lengua no común a un ciudadano español vulneraba el principio de igualdad y los derechos fundamentales de su hija. Para los legos: una jerezana puede negarse a aprender el catalán y tiene derecho a recibir enseñanza pública en cualquier lugar de Espanya, en el idioma común de los españoles (que no es el odio).
El cuento acaba como todos los que contamos a nuestros hijos: La niña fue amparada por un tribunal independiente y no mediatizado por los intereses electorales, políticos y económicos de la chusma que dirigía el país. La Sentencia fue ejecutada con prontitud y cuando Pilar acabó su carrera universitaria se casó con un joven de Masnou y tuvo un hijo al que llamó Paco Cepero (que algún día sería un gran guitarrista). Y colorín colorado, no voy a contarle a nuestros hijos el oprobioso final verdadero de este cuento que se ha acabado.
Enrique Montiel de Arnáiz
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