DEMAGÓCRATAS (La Voz 4-09-11)
Nada es más hipócrita que la eliminación de la hipocresía, decía Nietzsche en un libro que, ni leí, ni jamás volveré a leer. Porque el tema de hoy es, volviendo a donde lo dejamos la semana pasada, la hipocresía expuesta ante la solicitud de reforma del texto constitucional. Hipocresía: «Fingimiento de sentimientos, ideas y cualidades, generalmente positivos, contrarios a los que se experimentan» (RAE dixit). Como buenos políticos, han de serlo, buenos hipócritas. Pero el problema advenido es que lo disimulan mal. No han aprendido a tamizar sus emociones, ocultarlas bajo edredón nórdico de pluma extragruesa (acto que ha sido también llamado «edredoning»); nos dicen una cosa y pensamos que piensan en la otra. No me creo ná. Son tan hipócritas que, a diferencia del resto de los españoles, ni piensan en lo único.
Ya dijimos que no creo que haya necesidad de limitar el gasto por vía de una modificación constitucional pudiendo realizarse un acuerdo marco entre los partidos políticos, pero, dado que finalmente se va a reformar la CE´78, que no nos vendan milongas. ¡Pues no van y dicen que el pacto por la reforma es una micción urgente (término médico verídico, veraz y verdadero) en la soberanía popular, por no venir refrendada accidentalmente por un referéndum! Leemos a Llamazares, Durán y Lérida (¡toma inmersión linguística!) y demás representantes elegidos por la soberanía popular frases hipócritamente demagógicas como que este pacto de partidos mayoritarios aplasta a las minorías y que eso no está bonito. Faltaría más -Yo Hipócrita, tú Hipócrates-, como si esos partidos mayoritarios no hubiesen sido votados por una mayoría de teúrgicos españolitos.
Los republicanos piden que se reforme el orden sucesorio de la ley sálica para después derogar enterito el Título II, de la Corona. Y los nacionalistas, hambrientos como siempre, piden que no se inmiscuya nadie en su autogobierno para luego intentar derogar el control competencial y quedar libres para salir del «Estado» (opresor) español. Todos ellos, como siempre, tirando de la manta para su lado, dejando a los demás con el pompis al aire. Son como asnos de ojos tapados, subiendo por una cuesta, cargadas las alforjas de sinrazón. Les importa una Belén Esteban la estabilidad nacional, su idioma, su territorio y su futuro. Lo único que ansían es el poder.
La idea de un referéndum clama a la libertad, a la voluntad directa e indirigible del pópulo. Democracia pura y dura, ya. Estoy de acuerdo, voto sí. No estoy de acuerdo, voto secreto. Y estos demagócratas de los que he hablado antes -a los que cualquier día se les ocurrirá pedir un referéndum para que sea más fácil hacer referendos que modifiquen la Constitución- ni siquiera han conseguido un diez por ciento en una de las cámaras que les permita la realización de su consulta popular. Patéticos hipócritas de tres al cuarto, qué pena nos dáis.
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