MIGUEL VÉLEZ
Muchos sábados le enviaba mi artículo del domingo para que me diera su opinión o, simplemente, porque suponía que le iba a gustar. Hoy, 25 de diciembre, decidí no hacerlo, quería que lo leyera mañana en su edición normal. Poco d ...espués de mandarlo por mail recibí llamada de Lola Garzón, directora de la asociación de enfermos de Parkinson, y me rompió el corazón. Estaba afectada, llorando, con la rabia que da no entender por qué se marcha alguien bueno de verdad. Como lo era Miguel.
Conocí a Miguel Vicente Vélez Ramos a principios de los 90, cuando se presentó como el profesor de Historia de mi clase de 3º de B.U.P. Congeniamos más allá de la relación entre tutor y alumno porque a ambos nos unía el fervor por el mundo del cómic y el dibujo. Pasados los años, habíamos mantenido nuestra amistad y siempre hacíamos por vernos, aunque fuera sólo para dar una vuelta por las tiendas especializadas de cómics de Cádiz o tomar una empanada en los Gallegos. En el primero de estos sitios me dijo que se sentía solo y triste. Por una de sus cabezonadas habituales llevaba varios meses enfadado con su novia de toda la vida, Carolina, que le había dicho que se quería casar ya. “Yo me casaré cuando quiera, no cuando ella diga”, repetía. Recuerdo que le pregunté si la amaba y me dijo que sí. Pues déjate de tonterías, le respondí. Un año después, estaba casado y poco después nacería Miguelito, su primogénito.
Acababa yo de abrir mi despacho y un día, tras enseñarle los apenas 30 m2 en que se resumía, fuimos a tomarnos una tapa al bar “Los Gallegos” y lo vi con un hilillo de voz y la mano temblequeante. No sabía cómo sugerirle que se hiciese la prueba del Parkinson. Me dijo que se preocupó porque era la segunda persona que se lo decía. La otra, su hermano Marcos, que trabajaba en París. Tras el diagnóstico positivo de la cruel enfermedad, Miguel, que no tenía ni treinta y cinco años, sufrió diversos altibajos. Se agarró a su familia, al I.N.B. Isla de León en donde daba clases, a la ayuda a los “ladrones de panderetas”, como llamaba a los que compartían con él su enfermedad.
A resultas de la misma, pese a tener una mente lúcida y una preparación fuera de todo orden, la Junta de Andalucía lo mandó a su casa, le impidió trabajar. Le ofrecí hacerle el recurso, pero decidió afrontar su sino. Era una persona de carácter, amante de Lobezno y el Ché Guevara, volcado en las nuevas tecnologías, las redes sociales y en las asociaciones creadas frente al Parkinson. Hoy, en la lejanía de las Tierras de Barros, quiero estar él, con Carolina, con todos los alumnos y amigos que lo queríamos. Y por supuesto, le enviaré este artículo a su dirección de correo mvramos2@hotmail.com, para que pueda leerlo. Ya está. Descansa en paz. No te olvidaré nunca.
Comentarios
Achuchones enormes,millones.
de este lado de la enfermedad de parkinson,
y puedo decir que nunca encontrare una persona mas honrada, mas dispuesta siempre a ayudar a todo el mundo,mas coherente ni mejor persona que el.creo que comoel puede haber muchas personas pero mejor lo dudo porque el era unico.
siempre estara en mi corazon con el gran cariño y respeto que nos teniamos.
Miguel Velez Ramos eres un genio.
te quiero mucho.
Nely.