UN FIN ABSURDO

La calle Vergara formaba una sinuosa ese. Él no lo sabía, claro. Se lanzó a ella como un niño encuentra el candor de su madre, a la calle, la sinuosa calle Vergara. Iba distraído mirando el móvil, los resultados de los partidos de liga, y no advirtió que se le acercaban por detrás con el sigilo de un gato cazador de ratones. Al llegar a la esquina que variaba la dirección, sintió un dolor agudo, intenso, localizado, y empezó a expulsar sangre. "Tengo una herida, me han apuñalado". Luego pensó que no era la primera vez. Cuando su cuerpo alcanzó al suelo, su rostro tenía impreso un gesto de desesperanza, pese a no entender qué es lo que había ocurrido. Su sangre manó cuesta abajo, formando un pequeño afluente que descendió hasta unirse con el inexistente caudal sinuoso de la calle Vergara.

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