LA ESTRATEGIA DE LA INFANTA CRISTINA

Me divierte. Lo reconozco.

Me divierte leer los comentarios de periodistas y aficionados sobre la declaración de ayer de Cristina de Borbón, en calidad de imputada. Imagino cómo se ha preparado la misma. Un equipo de al menos cuatro abogados séniors del despacho de Miquel Roca habrá elaborado un listado con las 1000 preguntas que pudieran hacerle cualquiera de las partes personadas. Se las harían imitando situaciones de estrés, facilitándole previamente las respuestas para que no cayera en contradicciones.
En esta declaración había poco margen para la improvisación -quizás únicamente ese comentario de que dio clases de flamenco y no de salsa o tango- y todo debía estar -no puedo evitarlo, discúlpenme- "atado y bien atado". Lógicamente, tenía que lidiar con un Mihura como es el juez Castro, encabronado además por las múltiples zancadillas recibidas del Fiscal Horrach y los medios de comunicación (lo de los Gin-tonics en Palma, etc). Aparte, claro está, de que es magistrado-juez y se siente por encima del bien y del mal; no en vano es él quién instruye de manera independiente y no jerarquizada.

Estoy convencido de que también hubo un experto en relaciones públicas, márquetin y demás. El problema de la primera declaración judicial en calidad de imputado de un miembro de la Casa Real se difuminó al fijar la atención en detalles banales como si la princesa iría andando, en coche o a caballo. Si andaría cinco metros u once. Si llevaría mechas o el pelo recogido. Fue fácil, como aquello del primer truco del mago, el que lleva tu atención donde él quiera para poder trabajar fácilmente en la sombra de la impercepción. Los análisis se basaron en los Premios Goya (¿de verdad pensaban que Wert no fue por miedo? Fue una mera estrategia de despiste) y en las medidas de seguridad. Que si grupos republicanos antisistema perrofláuticas y demás. O sea.

Luego, las sonrisas. Cristina salió del coche como si fuera a la pasarela Cibeles, saludando a diestro y siniestro, con una perfecta máscara de paz que imagino también tendría que ensayar como expertos en escenografía. El método Estalisnavski o como se llame. Lo importante es la respiración, señora.

La estrategia de la defensa fue de libro. Negar la mayor. No sé. No me consta. Yo bailaba flamenco. Aguantar el tirón, descansar con el power point del Fiscal (¿estaría también preparado?) y negar las respuestas a las acusaciones particulares, que son los niños pobres de esta trama, intentando hacer algo que les dote de fama y publicidad, como la abogada de Manos Limpias, indignándose porque no le responden sus preguntas en el sano ejercicio de su derecho constitucional del artículo 24. He coincidido en instrucciones igualmente graves con este sindicato y en dos años no han hecho otra cosa que presentar un escrito de personación. Vamos, que no van ni  a las declaraciones de imputados. Seguramente sea porque no salen en el Telediario. Estoy convencido de que finalmente alguien alegará nulidad. Dirá que el Juez prevaricó, que instruyó la causa desde un prejuicio que vició radicalmente el proceso (por cierto, que quizá sea hasta cierto) y asestará un golpe decisivo a la democracia, al todos somos iguales ante la ley que dijo el Rey.

La deposición no acabó ayer, sino hoy, con las fotografías. El Juez sonriente -con una patada doliente en el hígado, aunque le da igual, va a dictar Auto de Procedimiento Abreviado igual- montando en su moto (cuidado con los accidentes de tráfico, señoría), el Fiscal sonriente -se tomó cumplida venganza del anterior-, el Abogado sonriente -pensaría en su minuta, por devengar- y la imputada sonriente, enmascarada, con la única preocupación de la que tendría que aguantar al día siguiente en el Palacio de la Zarzuela, donde debe informar a los Reyes, sus padres, a los que ni engañan ni convencen ni satisfacen sus sonrisas de diva del star-system.

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