WALKING DEAD EN CEUTA
WALKING DEAD EN CEUTA
El helicóptero hizo un breve escorzo y enderezó antes de iniciar altura. El rumor de las hélices sombreaba el sol del diáfano día que era y el piloto –gafas “Ray-ban”, pelo engominado, “self-confident”- saludó con un gesto marcial a la azafata –rubiasca, siliconada, encantada de haberse conocido- y pisó el embrague que tengan los helicópteros para que aquello comenzase a avanzar. Y cómo avanzó. Algeciras-Ceuta en 7 minutos. La nave apenas oscilaba y sobrepasó el estrecho sin esfuerzo.
No conocía la ciudad autónoma de Ceuta, no sabía de su chiringuito en la playa, de su eterna calle del Rivellín, plena de tiendas de lujo y de joyerías impresionantes como la de “Chocrón”, donde me trataron con una simpatía que vende relojes. Tampoco conocía sus impresionantes murallas, ni el monumento al legionario y la cabra, ni sabía que me cruzaría por allí con Andoni Goicoetxea, nuevo entrenador del Ceuta, al que enseñaban el lugar. Me encantó que no hubiese IVA y que hubiese rebajas y, sobre todo, me gustó la comida marroquí del restaurante “Al-Andalus”, donde almorcé harera, pinchito y un delicioso cuscús de cordero. Y té y dulces morunos, claro está. Mientras esperaba que me sirvieran, la televisión graznaba. Nos tienen hincha a los españoles, el balón de oro no es nuestro. Rubalcaba ha anunciado que nos jubilaremos a los 67 años casi todos. Un bar de Madrid ha dicho que despedirá a un empleado cada diez días si el Gobierno no toma medidas a favor del consumo de tabaco. Fue entonces cuando me quedé en el limbo del ensoñamiento y me dí cuenta de algo.
Paseando por sus calles, visitando tiendas y monumentos, había, en todos lados, los que denominé “walking dead”. La referencia viene de las novelas gráficas tituladas “Los muertos vivientes”, obra del guionista de cómics Robert Kirkman, que recientemente ha sido estrenada en forma de serie en la televisión con un gran éxito de audiencia. La idea parece simple y no lo es: si un virus convierte en zombie a la gente, los supervivientes pasan por tantas y tan traumáticas experiencias que afectan a su escala de valores, a sus prioridades, a la concepción sobre la justicia, la vida o la muerte. O sea, lo que pasa en cada guerra de cada nación de cada mundo. Si matan a tu hijo, el asesino no va a tener un juicio justo donde su abogado pueda ser mejor que el tuyo. Los menos protagonistas de la obra son los propios zombies, que se limitan a merodear por las ciudades. Y en Ceuta, había multitud de “walking dead”, de personas quietas en las esquinas, en grupos o solas, sentados durante horas en bares, controlando las calles, inspeccionando aceras. Mirándome mirar escaparates. Da igual si eran de raza mora o cristiana. Estaban parados. Ergo son españoles.
Enrique Montiel de Arnáiz
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