A PIQUE



A PIQUE

                Había conseguido aparcar enfrente del Balandro y, cuando entré, vi que quedaba una mesa alta vacía. Una hora después, salí buscando un café con leche y una bola de helado de pistacho de Los Italianos. Aunque no lo sabía, reflexionaba sobre lo que iba a escuchar. Al encender el motor de mi coche la radio saltó automáticamente y la voz de un locutor se expandió por el interior del vehículo. Entrevistaba al entrenador de un equipo de fútbol infantil que en un partido en el que se jugaba el descenso de categoría había hecho algo prodigioso. En un lance del partido, el portero rival había chocado con el delantero del equipo de manera fortuita, quedándose ambos tendidos en el césped. Uno de los jugadores, al ver que el árbitro no había pitado falta, golpeó la pelota y marcó gol. El entrenaodr no estaba conforme: llamó al capitán y le dio una orden. Al minuto, sus jugadores se anotaban a sí mismos un gol en propia puerta, empatando el partido. Tras eso, salieron en tromba a por la victoria.
                Es una de esas noticias maravillosas que sólo puedes oír en la radio. El entrenador estaba más preocupado por enseñar a sus jugadores a jugar limpio que en pensar en el descenso. Ojalá todo fuera así de fácil. Ojalá los ídolos de esos chavales tuvieran vergüenza y educación. No hablo de los supercracks que evaden al fisco (aquí y en Panamá) ni los que tapan su debilidad bajo una coraza de músculos, ni siquiera lo hagode los que hacen el ridículo en un vídeo casero ataviados con peluca o los que lo hacen fingiendo agresiones en un partido de Champions League. Hoy, de quien hablo, es de esa ralea de jugadores, ídolos de nuestros hijos, cotizados en el mercado negro de los cromos de purpurina, que cuando pierden echan bilis y desprecian a otro profesional, ya en el ocaso de su carrera, suplente del suplente de un carrilero malo.
                "No voy a contestar a alguien que sólo ha sido titular en uno de treinta y dos partidos de liga". En una liga decente el bocachanclas debía haber sido sancionado por muy independentista que sea. No puede permitirse a los ídolos de nuestros hijos que ofrezcan ese ejemplo, el desprecio al rival, al veterano, la burla ingrata. Quiero pensar que el entrenador de ese equipo infantil que predica la nobleza del juego limpio dejaría fuera de la convocatoria hasta que aprendiera educación deportiva, aunque fuera su mejor defensa, pese a que ganara diez veces más que el rival humillado, por mucho que el otro sea un tuercebotas.


                Quiero pensar que sí, que lo sentaría, y que nuestros hijos aprendería la lección en cabeza ajena, aunque estuviera llena de seny, digo de serrín, y pese a que su carrera deportiva fuera cada vez mas...  a pique.

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