A UN DRAGO SECO (LA VOZ DE CÁDIZ)
El artículo de esta semana trata de hacer un doble homenaje. En primer lugar al poeta Machado y su célebre "A un olmo seco" y en segundo, al árbol que cumplió doscientos cincuenta años y que por la desidia de la/s administracion/es pública/s fue derribado por una lengua de viento en el patio donde anidan los artistas del callejón del Tinte, en Cádiz. Una pena.
A UN DRAGO SECO
A UN DRAGO SECO
Al drago viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con el sol de abril y las lluvias de marzo
algunas hojas verdes le han salido.
Árbol duro que todos contemplamos,
rodeado de artistas, bellos, alejados,
parte enhiesta de un grato pasado,
de una tacita que todos amamos.
El abuelo enramado fue testigo,
que tras altas torres construidas,
y esbeltos barcos amarrados,
pasó Cádiz de rico a mendigo.
Murieron al poco los astilleros,
cerraron en un día los oficios,
su sombra de drago amparaba al hijo,
mientras se buscaba lugar a los obreros.
Murió el Bicentenario y se fue el drago,
por la Junta de Andalucía abandonado,
al no conseguirse ningún pago,
que a otra tierra lo llevara trasplantado.
Un mes hacía que advirtieron su dolor,
el ángulo de luz, cada vez más inclinado,
indicando el camino abrasador,
que llevaba a su sepulcro blanqueado.
Por los técnicos encargados, estudiado,
olvidado por ineptitud o burocracia,
los vientos elíseos lo han derribado,
perdiendo al yacer toda su gracia.
Nos queda yermo, el drago, asesinado,
astillado y triste, hecho leña,
esperando le otorguen mas legado,
que enterrarlo en la tierra tinerfeña.
¡El drago bicentenario en la esquina
que lame el tinte! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de rojos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas azules las arañas.
Antes que cayeras, drago mío,
alzarme en tu copa habría querido,
y divisar desde tí nuestra Caleta,
la invasión de carabela portuguesa,
pirata de antaño, regurjido.
Quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera verte de nuevo,
que surjan verdes ramas de tus sienes
que produzca tu mirada hacia los cielos
y se conduzca también,
hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera,
como sea el ver a
toda administración,
trabajando unida.
Enrique Montiel de Arnáiz
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