CARCAÑO, EL CUCO Y SAMUEL L. JACKSON (La Voz 15-01-2012)


CARCAÑO, EL CUCO Y SAMUEL L. JACKSON

La Sentencia que la Sección Séptima de la Audiencia Provincial de Sevilla dictó el 13 de enero de 2012 (mi cumpleaños) sólo ha gustado a los propios imputados. Leyendo los ciento cuarenta folios que la componen, con la mente de penalista en “Modo ON” se aprecian los motivos de este indeseado final: la falta de pruebas, la ausencia del cadáver y la exitosa estrategia defensiva de la defensa. Hay dos versiones del asesinato. En la primera, Carcaño mata a Marta del Castillo por una discusión, con un cenicero de considerables dimensiones, al golpearla una sola vez en la cabeza. La tristísima ironía es que el condenado dice que dicho objeto tenía impresa la publicidad de una discoteca llamada “Alevosía y nocturnidad”.

La segunda versión dada por Carcaño es que el horrible crimen fue cometido por Francisco Javier García Marín, alias “el Cuco”, quién golpeó, amenazó, amordazó, violó y ahogó a la joven. El condenado no intervino por estar drogado y por miedo a su amigo, aunque luego lo ayudó a deshacerse del cuerpo de Marta. El Juzgado de Menores –y posteriormente la Audiencia Provincial- condenó al Cuco por encubrimiento y lo absolvió de las peticiones de asesinato y violación. Tras la firmeza de esta sentencia, la cosa juzgada dejaba fuera del pleito al Cuco por lo que la estrategia “ideal” era echarle la culpa, en la búsqueda del aforismo latino “Non bis in idem” (no se puede juzgar dos veces a una persona por un mismo hecho).

Tiempo de Matar (“A time to kill”, 1996) es una película protagonizada por Samuel L. Jackson, Sandra Bullock, Matthew McConaghey y Kevin Spacey, que versiona un libro de John Grisham. En él se narra que, tras la violación y asesinato de una niña negra de diez años en un Estado sureño, su padre (Jackson) se toma la justicia por su mano y, armado con un rifle de asalto, mata a los dos asesinos en la sala de justicia, delante de una multitud atónita. Tras ello se produce un nuevo juicio, enlazado con graves amenazas de muerte al hombre y sus abogados, así como la intervención del Ku Klux Klan.

El padre de Marta habrá pensado una y mil veces en esta solución pero, quizá por un carácter atemperado, por la responsabilidad para con sus dos hijas y su esposa, o por respeto a la cárcel que le esperaría después, ha confiado en la respuesta de la Justicia. Y ha hecho bien. Pero el problema reside en que la justicia profesional, aplicando la legislación que los políticos dan, no satisface a los ciudadanos. Ya he hablado de las injusticias de la Ley de Violencia de Género, y vemos ahora el infortunio que crea la Ley del Menor y el ciudadano, lego en derecho, desconfía tanto de la Justicia que acabará por suceder un hecho como el relatado en la película. Y eso da miedo.

Enrique Montiel de Arnáiz

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